Sí, se Puede (18)

21mar18

TUMBOS DE LA INFANCIA 
Luis Rojas Marcos 2007


(apartado del libro de Rojas 2007: La Autoestima. 
Lo hemos simplificado, extrayendo las ideas clave, pero conservando escrupulosamente el texto original. Como se verá lo hemos numerado a modo de los textos sagrados, ello permitirá volver sobre aquello que consideremos relevante. 

Los títulos son nuestros. Sin duda este texto, de esa etapa de la vida del eminente psiquiatra, explicita los procesos que forman parte de nuestra cotidianidad psicoterapéutica. 

Aquí podemos ver "en carne y hueso" el camino terapéutico vital, sufriendo las dificultades, los obstáculos, los intentos de cambio infructuosos, y llegando a un entorno posibilitador-facilitador-alentador en el que se inicia la transformación que lleva al éxito personal. Un verdadero Manual Simplificado, una joya.
Referencia en entrada Terapia de la Personalidad: Lo que somos está escrito en nuestra historia)


«Hay niños que 1.- atraviesan la infancia sin sobresaltos y aterrizan suavemente en el mundo adulto con sensatez y cordura.
2.- Bastantes se desorientan y tropiezan durante un tiempo, pero, de pronto, florecen.
3.- Los más, tiemblan, se tambalean, luchan, se enderezan, cambian de rumbo, y finalmente encuentran su auténtico equilibrio personal.»

STELLA CHESS, 
De la niñez a la independencia, 1978


I PARTE

1.- LOS INICIOS, LA CONFIGURACION DEL TRAUMA, Cortocircuitos de la patología.

(1) Durante la infancia y parte de la adolescencia mi adaptación al mundo que me tocó vivir fue bastante turbulenta.


2.- MUNDO INTERNO, SUFRIMIENTO

(5) Entre los nueve y los once años, después de haber cometido alguna barrabasada, me asaltaba interiormente la pregunta: «¿Y quién demonios soy yo?». (6) ...desfilaban por mi cabeza los calificativos «más malo que la quina»...
(7) ...acostumbraba a representar en mi teatro mental algunas escenas de dramas pasados:
(8) mi madre llorando angustiada y llamándome a voces... (9) A menudo recordaba la figura de mi padre enfurecido...
(10) No olvido las caras descompuestas de las exasperadas monjas del colegio de párvulos... intentando, por las buenas y por las malas, mantenerme quieto ...hartas de tratar inútilmente de moderar mi inatención y nerviosismo, decidieron liberarse de mí ....
(13) En mi pequeño mundo de entonces, la impotencia para regular mi bullicioso temperamento se traducía en reiterados y fallidos propósitos de enmienda.
(14) Unas veces exteriorizaba mi frustración con brotes de mal genio, otras somatizaba mi descontento y lo transformaba inconscientemente en trastornos digestivos. (15) Después de cada trastada me invadían la culpa y el remordimiento.


3.- ÁNGELES CUIDADORES

(17) Por fortuna, a la hora de atravesar los campos de minas que se interponían en mi camino, casi siempre aparecía algún ángel de carne y hueso que me guiaba, a la vez que me transmitía vibraciones de comprensión y de apoyo.
(19) Gracias a estos ángeles con nombre, y a otros anónimos, no pasaba mucho tiempo sin que se iluminara en mi mente el presentimiento reconfortante de que un día el buen futuro enterraría al mal presente.
(20) Sin duda, mi madre fue el ángel más importante. (21) Era el tipo de madre que todo niño travieso anhelaría de pequeño. (22) ...era comprensiva, flexible y permisiva...
(23) ...mi hiperactividad-furbuchi, contenía una buena dosis de creatividad, (24) por lo que el quid de la cuestión estaba en saber encauzarla. «...la música amansa a las fieras», me repetía con una sonrisa cariñosa de complicidad.


4.- CERTEZAS BASADAS EN LA EXPERIENCIA

(29) Estas experiencias me convencieron de dos cosas:
(30) 1.- Una, que la noción que los niños tienen de sí mismos es simplemente el reflejo de las opiniones que los demás forman y difunden de ellos.
(31) 2.- La segunda, que para apreciarse a uno mismo es esencial contar durante los altibajos de la niñez con el cariño y suave apoyo de algún adulto. Y cuanto más espinosas sean las circunstancias de la infancia, más indispensables son estos vínculos afectivos.


5.- INCOMPRENSION II, Sufrimiento innecesario, negligencias graves, falta de compromiso profesional.

(32) Pese a ser razonablemente intuitivo e inteligente, mi perpetuo estado de «marcha» y agitación interior me robaban una gran parte de la concentración necesaria para asimilar las materias escolares.
(33) Los tropiezos colegiales culminaron a los catorce años, suspendí cinco de las ocho asignaturas...
(34) La mezcla del descalabro escolar y el alto grado de atención y seguimiento que yo requería por parte de los atareados profesores precipitó mi «diplomática» salida del Colegio Portaceli... (35) «Creemos que lo mejor para el niño quizá sea aprender un oficio», comunicaron los jesuitas de forma escueta pero afable a mis consternados padres, en mi presencia.
(36) ...totalmente derrotado, me tuve que encarar con un ambiente familiar enrarecido por el disgusto y las reprimendas.


6.- CONSECUENCIAS, Tumbos, incertidumbre, desesperación.

(37) Pasé un año dando bandazos «por libre» en varios institutos y academias.
(38) Mis padres comenzaron a pensar que, quizá lo mejor para mí podía ser aprender algún idioma u oficio que no requiriese el bachillerato.
(38) Como última oportunidad, decidieron matricularme en un instituto conocido... por aceptar a muchachos «cateados» de otros centros de enseñanza.
(39) Este nuevo reto, abrió inesperadamente un esperanzador capítulo en mi vida.
(40) El Santo Ángel era más que apropiado para mi coyuntura, pues alguien muy especial me esperaba allí, doña Lolina... la temida directora del colegio.



II PARTE

7.- PUNTOS DE INFLEXIÓN, La ayuda adecuada.

(42) era, por encima de su apariencia física, una mujer seria, fuerte, perceptiva y, sobre todo, experta en la vida y milagros de adolescentes problemáticos.
(43) Su timbre de voz era tal que un breve grito desde el patio era suficiente para infundir respeto, terror o seguridad
—dependiendo de su objetivo— en cada uno de los doscientos y pico alumnos y profesores que ocupábamos el edificio de cuatro plantas.
(44) El caso es que, desde los primeros días de clase, se tomó un genuino interés personal en mí.
(45) La primera orden que me dio fue que en el aula me sentara en la primera fila —hasta entonces mi sitio, preferido por mí y por mis maestros, siempre había sido la última—,
(46) y cuando intuía que estaba teniendo dificultad con alguna asignatura, me animaba a que hablase con el instructor y negociara amistosamente la solución. (47) Estoy convencido de que ella antes, sin decírmelo, había preparado el terreno.
(47) Doña Lolina, según me explicó vagamente bastantes años más tarde ante mi insistencia por entender estos trascendentales momentos de mi vida, al parecer había detectado «un algo», algo recuperable en mí que no me supo definir.


8.- SOBRE LAS CONDICIONES NECESARIAS Y SUFICIENTES (Casos y experiencias reales). Efectos derivados.

(48) Con la confianza y mi motivación estimuladas por el nuevo y receptivo ambiente escolar —y
(49) probablemente por los efectos favorables de la maduración del cerebro que ocurre normalmente en la primera mitad de la adolescencia—, (50) a los quince años comencé a practicar lo que en psicología se conoce por las «funciones ejecutivas». ...aplicar el freno a la impulsividad, controlar en lo posible mi comportamiento y fijarme algunos objetivos.


III PARTE

9.- DESARROLLO ESPONTÁNEO EN CONTEXTO POSIBILITADOR Y FACILITADOR.

(51) Recuerdo que en este tiempo descubrí los beneficios de conversar conmigo mismo.
(52) Estos diálogos y debates íntimos se sucedían y (53) 1.- me ayudaban a analizar y explicarme los sucesos que me afectaban.
(54) 2.- También me sirvieron para montar estrategias que me facilitaron el aprendizaje.
(55) Por ejemplo, advertí la utilidad de dividir la materia en partes, hacer esquemas y resúmenes, y hasta estudiar en lugares sin moscas que me distrajesen, sin música de fondo o vistas gratificantes pero inoportunas. (56) Al mismo tiempo acepté que, a la hora de estudiar ciertas asignaturas, tenía que ajustarme a mi propio ritmo de aprendizaje. Yo necesitaba hora y pico para retener una fórmula química o una lección de historia que mis compañeros de clase absorbían en media hora.
(57) Aprendí que cuando hay obstáculos en el camino la distancia más corta entre dos puntos puede ser la línea curva.


10.- NUEVOS EFECTOS, Consciencia de la psicoevolutividad, de la progresión interna, de la maduración-crecimiento PERSONAL.

(58) Paulatinamente noté que el termómetro para medir mi autoestima era más sensible a «sentirme eficaz» que a «sentirme bien».
(59) ...marcaba más grados cuando veía que mis esfuerzos tenían un impacto positivo en las relaciones con las personas que quería, o me llevaban a alcanzar alguna meta que me había fijado, aunque fuese muy modesta.
(60) ...intuí que, para lograr hacer realidad el concepto privado de mí mismo que yo deseaba, primero tendría que persuadir a los espectadores que me rodeaban.
(61) Por suerte, el nuevo escenario escolar y social en el que me movía me ofreció la oportunidad de representar la imagen pública del «yo» ideal al que aspiraba: un muchacho más sereno, prudente y responsable.
(62) La respuesta de alivio de mis padres y demás adultos y compañeros que estaban preocupados por mi suerte se hizo evidente en poco tiempo.
(63) Aunque sorprendidos por la inesperada transformación —para algunos, milagrosa—, su explicación fue bien sencilla: «...ha encontrado el juicio y se ha dado cuenta de las grandes ventajas que aporta cumplir con las reglas y obligaciones establecidas».
(64) Poco a poco este cambio positivo se fue incorporando a las opiniones que los demás tenían de mí que, a su vez, se reflejaban en el espejo de mi identidad.

11.- PROGRESIÓN, PAULATINA, EN LA SUPERACIÓN

(65) Puedo deciros que 1.- a los diecisiete años salí del atolladero de mi infancia y empecé a reconducir poco a poco mi vida por un camino más seguro y despejado.
2.- Con el paso del tiempo, casi sin darme cuenta, aquellos torbellinos fueron perdiendo intensidad emocional hasta convertirse en vestigios imprecisos e indoloros. Un regalo de la memoria.


12.- NUEVOS AVANCES EN LA INTEGRACIÓN DEL TRAUMA, Sobre el impacto positivo de los hallazgos arqueológicos. Comprensión y ajuste interno.

(66) En la primavera de 1972 había volcado ya todo mi entusiasmo en la vieja ilusión de especializarme en psiquiatría en el Hospital Bellevue de Nueva York, ciudad a la que había inmigrado cuatro años antes.
(67) Como médico residente, seguía el curso que impartía Stella Chess, profesora de Psiquiatría infantil de la Universidad de Nueva York. El tema del día, de hecho su favorito, era «El trastorno por hiperactividad de la infancia».
(68) El entusiasmo que manifestaba la doctora al exponerlo era comprensible, pues la Asociación Americana de Psiquiatría acababa de reconocer oficialmente este diagnóstico apoyándose, en gran medida, en los resultados de sus reconocidos estudios sobre el temperamento infantil.
(69) Concretamente, en 1956, esta profesora y su equipo comenzaron a seguir metódicamente el desarrollo a largo plazo del temperamento en un amplio grupo de recién nacidos. Los investigadores llevaban a cabo evaluaciones periódicas de los pequeños, de sus padres y cuidadores, y de sus ambientes familiares y escolares.
(70) Para Chess y unos pocos expertos de su tiempo, el exceso de actividad, la fácil distracción y la impulsividad en los niños eran problemas biológicos infantiles que respondían a una alteración del funcionamiento de las zonas cerebrales encargadas de regular la energía física de los pequeños, y afectaban aproximadamente al 4 por 100 de la población entre los siete y los dieciocho años de edad.
(71) Un dato esperanzador, según esta especialista, era que la mayoría de estos niños y niñas, que soportaban durante años el frustrante desequilibrio entre su deseo de encajar con normalidad y el descontrol que les dominaba, con el tiempo maduraban y superaban o minimizaban sus dificultades.


13.- ENCAJANDO PIEZAS.

(72) Aquella reveladora clase despertó en mí la idea de que quizá mi carácter inquieto de niño fuese debido a este trastorno médico.
(73) Confieso que la posibilidad de que dificultades infantiles como las mías 1.- tuviesen un nombre y 2.- fuesen ajenas a la maldad de los niños y la ineptitud de sus padres me resultó realmente consolador.


IV PARTE

14.- CONCLUSIONES Y APRENDIZAJES BASADOS EN LA EXPERIENCIA.

(74) Sea como fuere, hoy estoy convencido de que la moraleja de las experiencias personales que os he confiado es la misma que apunta un antiguo proverbio chino al advertir que «en el corazón de todas las crisis se esconde una gran oportunidad», (75) y que aquellos que la encuentran gozan de abundantes beneficios.
(76) Realmente, esta es la lección que hemos aprendido los incontables hombres
y mujeres que tuvimos la suerte de descubrir en las adversidades de la infancia y adolescencia la oportunidad de conocernos mejor. Así hemos podido apreciar lo que otros hacen por nosotros, hemos aceptado ser perdonados, hemos aprendido a perdonar, a luchar, a cambiar, y a lograr un día dirigir razonablemente el rumbo de nuestras vidas.
(77) Pero esto no es todo, pues otra enseñanza no menos importante ha sido que, (78) para poder encontrar la oportunidad en la crisis, una condición necesaria es contar, en algún momento, con el afecto y apoyo incondicional de otras personas.

(79) Por esto, como dice Frank Sinatra..., brindar por los «maestros y las maestras» que nos salvaron de las tormentas.




© Luis Rojas Marcos, 2007
© Espasa Calpe, S. A., 2007

Primera edición: marzo, 2007 
Segundaedición: abril, 2007 
Terceraedición: abril, 2007 
Cuartaedición: mayo, 2007

Impreso en España/Printed in Spain
Impresión: Huertas, S. A. Editorial Espasa Calpe, S. A. Pozuelo de Alarcón (Madrid)


Escola de Psicoloxía sinerxxia
Maquetación y Titulación: jmg.sinerxxia2014






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